domingo, 9 de noviembre de 2014

"Mi más grande descubrimiento" - Alexandra Díaz

MI MÁS GRANDE DESCUBRIMIENTO

 En ese momento me sentí perdido, solo pensaba que todo lo que me estaba pasando era por ese muchacho de pacotilla. Sólo;  sin saber qué hacer o adónde ir. Mi mente solo pensaba en la recompensa que me darían por encontrarlo o en la dicha de mi reconocimiento en el pueblo. Todo esto lo hacía por alegar por mí mismo, por mi temor a no fallar en mi teoría. Yo estaba seguro de que él existía, pero ¿dónde lo encuentro? Era mi dilema. Decidí caminar por donde el muchacho me indicó. ¡Ya qué iba a perder! Gabriel (así se llamaba el chiquillo) me dijo que preguntará a cualquier persona que encontrara dónde podía encontrar lo que buscaba. Así que ya con el ímpetu bajo y con mohín de pocos amigos decidí seguir adelante. Mi cabeza era un belicismo, era insoportable. Solo pensaba en que les diría a mis alumnos; sí, era un educacional y uno muy preocupado porque sentía ya el desprecio de mis estudiantes retumbando en mis oídos. De pronto, interrumpiendo mis pensamientos divisé a un señor, no muy pulcro, ya anciano pero que al ver su rostro sentías una paz interior. Me acerqué corriendo, fatigado, ya con lo que me quedaba de fuerzas y le di una explicación somera de lo que buscaba. Hijo- me dijo con una gran sonrisa-ya estas por llegar. Esas palabras fueron una eufonía en mis oídos; sentí un regocijo y luego pregunté: Pero, ¿a dónde voy? No te preocupes, yo te llevaré- me respondió amablemente el anciano. 

Llegamos- me dijo el señor con alegría- espero que tengas la dicha de encontrarlo. Le agradecí y me percaté que donde me había llevado el anciano era una hermosa construcción y decía una palabra que nunca había visto “Capilla”. ¿Está seguro que es la dirección correcta?- pregunté y volteé para ver al anciano pero no estaba. ¿Cómo es posible que se haya ido tan rápido? Me dio un poco de miedo pero aún así entre al lugar indicado. Por dentro era muy hermoso, te sentías como en casa, tranquilo. Ya adentro me percaté que en lo fondo de esta capilla había una figura muy bien tallada de un hombre sangrando y crucificado en una cruz. Sentí mi derrota al saber que había fallado. Me senté en una de las bancas que se encontraban en una esquina, me puse a llorar y caí en un profundo sueño. ¿Por qué lloras?- me preguntó un hombre que no podía ver su rostro. No lo pude encontrar- le dije- mis teorías eran falsas. No- me dijo- ya lo encontraste. Levántate y mira esa cruz que está al fondo; es él a quién buscas. Siempre estuviste en lo cierto. ¿Quién eres tú?- pregunté, soy la persona que te guió hasta aquí, que estas buscando y quiere que la encuentres, que enseñes su historia a todo a quién no la conoce, para que así el día de su muerte suba a mi lado, al paraíso. Desperté asustado y me dirigí hacia la cruz. ¡Lo había encontrado! ¡Era él! ¡Siempre estuvo ahí! Sentí plena felicidad, lo había logrado. Pero te estarás preguntando, ¿A quién buscaba? Pues simplemente al hombre que dio la vida por nosotros y que la sigue dando y quiere que lleguemos al paraíso para estar a su lado por siempre. Él es Jesús, mi más grande descubrimiento.

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